Quedan 38 días

Paseaba por el centro de la ciudad, el amigo Carmelo con su mujer Rosalía y sus dos niñas. Era una tarde de invierno en la que entre oculistas, rebajas y recambios de piezas para una olla exprés se le estaba yendo la tarde, y ya oscurecía. Y ya apuntaban los pasos a la parada del autobús, cuando tras pasar por la puerta, Carmelo se paró en seco...

- Vamos a entrar un momentito, quiero ver algo.

Sentía Carmelo la necesidad de comprobar que todo era como siempre, que ya estaba a punto de empezar uno de los ritos, que habían cambiado las Imágenes de sitio para dar a cada una el protagonismo que la fecha señalaba, que los mantos, las flores y hasta el brillo de algunas pátinas se resolvía como a él le gustaba recordar.  

Muchos como Carmelo van y vienen por las calles y se reservan ese minuto de observación reflexiva. Ese silencio respetuoso aunque no limpia plata ni ocupa bancos de misa, también aporta  y no debe perderse, especialmente en estos tiempos en que hay tantos que quieren hacerse notar a toda costa.

2 comentarios:

Miguel dijo...

Lo importante que son los anónimos. Ejemplo: nazareno d ela Macarena del 4º tramo: no ve nada más que capirotes, delante y detrás.
Pero está ahí todos los años.

Zapateiro dijo...

Hay cabida para todos. ¡Qué sería de la Semana Santa sin el ciudadano anónimo que se integra sin ser visto!