Una razón había

Terminé la reunión más tarde de lo que debía. No acabamos de entender la importancia de no alargar innecesariamente aquello que puede ser prescindible. Algo había que impedía que aquella convocatoria no pudiese hacerse online. Algo habría. Y terminamos tarde, con algunas cuestiones resueltas pero con la incógnita que nadie supo responder. Al empezar la vuelta a casa y estando donde estaba no me hizo falta replantearme como hacerlo, iba a callejear, a andar, siempre de vuelta, ¿por qué las cuaresmas no traen nunca caminos de ida? Siempre de vuelta. Y encontré el mío. Una hilera de chavales entraba y salia de una puerta lateral, avancé buscando la mole de piedra antigua buscando la grande que sigue siendo lateral en cualquier caso y que da a la plaza donde tantas veces había visto avanzar al portentoso misterio. Los de la reunión no hubieran sabido de que les hablaba. Y estaba encajada la puerta, no me acerqué, busqué la diagonal y vi. Mi razón estaba allí, Iluminado con dos focos. Y en la otra punta de la nave, lo intuía, el final del pilum de aquel romano con el que había recreado tantas veces lo que una vez al año ocurre en esa plaza.