La primera vez

#Quedan2

Viernes de Dolores. Sí, ya estamos en la puerta, bajo el dintel de todo lo que está por llegar. En esta ciudad siempre la espera manda, pocas cosas se han loado más que ese proceso paciente de soñar lo ansiado, incluso cuando ya se pisan días marcados en rojo seguimos siendo un pueblo que añora hasta su futuro. Y hoy es día grande. Y delante de tu ordenador trabajando retener la concentración te va a costar mucho. ¿A qué hora me voy a poder acercar al barrio de San Vicente? ¿Haré como el año pasado que vi el crucificado del barrio en su vía crucis y luego el ruan silencioso de las vísperas a los dos lados del río? ¿Atravesaré de norte a sur al encuentro de los primeros caramelos en manos nazarenas que manejan sus canastillas como un diputado de tramo en la Amargura? Todas las vísperas tienen su sabor y en ellas vemos reflejado el siglo XXI que nos corre a gorrazos y  que nos quieren esconder, la Semana Santa en el sitio donde viven la mayoría de los que le gusta la Semana Santa.
Casi siempre el recuerdo de la última vez con alguien que ya no está nos deja marcados por el recuerdo de lo que fue pero ¿qué pasa con la memoria sobre aquella primera vez sin esa persona que te enseñó a querer y entender (nos) como parte de esta fiesta total? En aquella ocasión, una familia entera tuvimos que juntarnos para pasar aquel trance, aquella primera vez tras un palo que nadie esperaba y la llaga seguía abierta, y bien que se lloró, desde que ya se intuían los ciriales y llegaban algunos lamentos de las cornetas de Redención, cuando el pasó arrió delante y la levantá del Misterio fue al cielo como nunca. Jesús de la Salud y Remedios. Sólo nosotros en medio de aquella multitud en la calle Caldereros. Quizás hoy haya que volver un nuevo Viernes de Dolores como aquel primer año sin mi padre.