Quedan 32 días.

Arrastra el sevillano una fama sobre la facilidad con la que gusta colocarse en una cola para recibir alguna prestación gratuita que no hay manera de quitarsela ¡mire usted que son pesados!, ¿y esta cola pa que es? es que dan algo, ¡ah! ¿el último?
¿Quieren un contraejemplo? En las próximas semanas las casas de hermandad serán un hervidero de gente, a partir de la hora de cierre de los comercios empezará a llenarse de personal que irán colocándose en diversas colas para ir retratándose, como se suele decir, y es que estas colas son para pagar.
Vengo a sacar tres, dos de cirio en el palio y otra de varita, mi chico que no va a ser menos que mis mayores, y aquí está uno aguantando la cola, primero comprobar las cuotas, y luego escaleras arriba esperar un rato. Con ordenadores, pim pam pum, pero se echa su ratito, sobretodo como no llegues antes de las nueve, escaleras arriba, y quiero luego bajar un momentito al almacén, me dice Juani que ya le iban a poner el látigo al negro, pero no me va a dar tiempo, la gente con problemas de última hora, y después hartarme de llorar cuando salga la Virgen recordando a mi madre como le gustaba verla en el puente. ¡Ah! ¿es a mi? si, mire, los tres hermanos, dos de cirio en palio y otra de varita, mi chico que no va a ser menos que mis mayores, así estamos...

Existen otras colas, guardadas con fidelidad y orden pretoriano que llegan incluso a salir a la calle, rodear iglesias, generando incluso encontronazos con conductores impacientes. Colas que tienen como recompensa unos segundos de gloria, de confirmación personal, ¡qué piensa cada uno de los que obtiene esos segundos de trato frente a frente! No se sabe, el tiempo pasa tan rápido, lo que está claro es que, ese instante, no tiene precio.