Quedan 34 días.


Hoy que es el lunes del viacrucis os voy hablar del Martes Santo. Llevamos pocos días de cuarentena pero empieza a pasar factura. Aunque no es realmente hasta la llamada semana de pasión cuando empieza a notarse de forma externa. Difícil será entonces que paséis desapercibidos, de momento hablemos del Martes Santo. De sus puertas. En cualquier paseo por la ciudad, física o mentalmente, ya no puedes evitar quedarte midiendo su anchura...

Es quizás este día uno de los que más puertas complicadas tengan que salvar nuestros pasos, especialmente nuestros arraigados pasos de palio. Y no sólo la mítica puerta ojival de San Esteban, ¡no nos podemos olvidar de la ojival de Omnium Santorum! pero es que la de San Nicolás, nada ojival y si muy rectangular, podría ser una de esas puertas trampa donde el problema no está en el propio dintel externo que da a la calle sino en el interior que es más bajo y aún hay quien recuerda la salida en el noventa y dos hacia la Exposición "Explendores de Sevilla" en la Parroquia del Divino Salvador.
La de San Benito no es fácil, que aunque lo lo parezca hay que llevar los costeros a tierra, y la de Santa Cruz es para verla. Manteniendo los nervios, con mucha tranquilidad. Sin esperar más que la dulzura rompa con la fría piedra de una noche de Martes Santo en la juderia.
"Claro que luego se lleva con dolor de agujetas en las piernas y en los brazos, hasta allá por los alrededores del Corpus Christi. Pero, ¿y haberse vestido de nazareno 'seis veces' y no haberse podido acostar desde el Miércoles, allá a la madrugada, que durmió un ratillo, hasta el Sábado de Gloria por la mañana, pues así como fue el primerito que se vistió de nazareno, así 'ha tenido el gusto' de ser el último que se desnude?" Siluetas de la Semana Santa de Sevilla, de Juan Francisco Muñoz y Pabón.