Llevamos ya vencidos tres días de los que dejan caer gotas de cera para ir formando esas estalagmitas que indican el camino. Y todo tiene su principio. Y hay que contarlo.
Nos vamos a ir transformando a la par que la ciudad, al mismo tiempo que las jornadas aumentan sus horas de luz y la naturaleza (¿no escuchaste los vencejos?) va tomando posiciones para la explosión que supondrá la llegada de la primavera. Esta transformación, esta preparación, estos avisos en la cuarentena tienen forma de ritos. El primero de ellos, la imposición de la ceniza, implica un querer transformarse interiormente para ser capaces de amar y ser mejores, en la búsqueda de esas miradas que sabemos nos ayudan a empujar hacia adelante. Una ayuda para buscar la belleza superior de todas las cosas y que cada cual identifica con una Imagen. Superar las barreras y reconocernos como humildes y pequeños frente a la vigencia de una vida como la de Jesús, o la naturaleza en si misma o la humanidad como conjunto.
Los que me conocen saben que no soy un practicante ortodoxo y que no casan muchas de mis convicciones con las establecidas por la Iglesia oficial y política. Esto nada tiene que ver con que me apasionen el origen y la trascendencia real de estos símbolos. Entiendo la 'Pasión de Jesús' como algo que todos podemos compartir y vivir, implicando a mientras más personas mejor y dejando que cada uno encuentre su sitio, en la calle, en las iglesias o simplemente en una charla amigable. Gota a gota.