Quedan 23 días. Sagitta

El sábado pasado pude ver como se paraba el tiempo. Como lo leen. Y fue aquí en nuestra ciudad, junto al río, entre naranjos. Fue en un lugar donde la historia se puede intuir con sólo mirar la torre altanera de su imponente y a la vez casi invisible monasterio. Aquella flecha sonora que atravesó la noche partiéndola en dos provenía, como no, de una madre que ante otra Madre se ofrecía. Aquella saeta sucedió al bullicio de un barrio para partir el silencio amagado hasta entonces en dos mitades. Como una navaja que corta la luna llena sin pararse ante nada ni nadie. Con qué serenidad y valentía nació el rezo que nos dejó mudos. Una saeta que hirió y sanó a la vez. Como la verdad. Ni más ni menos.