
Por cierto, cada vez veo más difícil escuchar una de mis marchas favoritas, Procesión de Semana Santa en Sevilla mientras la vista se pierde buscando la imperfección inexistente en un paso de palio.
En sus vidas, las personas sufren síntomas que les llevan a una enfermedad, que les puede obligar a un período de aislamiento llamado cuarentena. Pero la cuarentena sevillana es otra cosa. Lo último es lo primero en producirse bajo el nombre de Cuaresma, que nos va ensimismando en nosotros, en nuestras calles, en nuestras creencias hasta que navegamos en una semana de enfermedad profunda. Alcanzamos un estado de conciencia de ensueño. Y luego, pasado todo, comienzan los síntomas.