Quedan 31 días. La puerta que no derribaron

¿Habrá pasado gente veces por debajo? ¿La habrán leído y silabeado como parte de sus primeras lecturas niños yendo y viendo de los colegios? Ahora ya sale en todos los papeles, parece que ya no tiene mérito contar cuando se produce el primer encuentro. Le falta que le canten una saeta. Es del barrio, de la familia, de la calle, de la hermandad, una vecina más que pide por los suyos al Señor de la Ventana. Y no necesita tanta luminarias de fotógrafos. Una puerta a otra dimensión. Pero cada año se cruza para no volver, aunque se vuelve, se vuelve, y no siempre se consigue a la primera, no siempre está uno preparado, y en ocasiones tiene que cruzar por debajo cambiando el espíritu con el que lo intentó en otras ocasiones. Y ahí ocurre el milagro, la miras, te ve, y despiertas.

Nadie sabe cuando la ponen ni cuando la quitan,
¿pero sabe alguien cuanto dura lo eterno
que nos parece efímero?

Y mientras los sesudos de nuestros comerciantes buscan y rebuscan métodos y técnicas avanzadas de mercadotecnia, obviando la propia vivencia del viandante, del paseante que busca ese pellizco que le haga recordar, despertar, renacer ante una nueva primavera. Esta sábana santa sevillana no entiende de carbonos 14 ni de teorías fantasmagóricas ni de sueños medievales. Tiene escrito de una punta a otra de una estrecha calle, que se asoma a la avenida, una palabra que si es verdaderamente mágica: Capirotes.

Este texto está inspirado en unas palabras de Mercedes Serrato donde me contaba uno de esos momentos de la cuaresma en que siente que ya no hay vuelta atrás.
Gracias Mercedes