Quedan 14 días. La chispa.

No todo el mundo la coge desde el principio. Desde luego este año no es el tuyo. Y puede parecer increíble pero es cierto. Todavía no te has enterado que la ciudad está sufriendo la transformación que la hace distinta al resto y no pasas precisamente por tus mejores momentos en cuanto a espiritualidad. La chispa ha saltado porque había quién la prendiese. Aunque la reflexión te llevó primero a pensamientos lejanos volviste pronto para asentarte en tu infancia y en los tiempos de correcalles para no perderte ninguna. Tirabas del carro. Por aquella época varios amores te acercaron a las cofradías desde el punto de vista de la hermandad día a día como cuando saliste con aquella muchacha, hija de un prioste del Beso de Judas. Fueron tiempos en que todo se absorbía de forma distinta. Luego llegaron tiempos en los que la ciencia ocupó la mayor parte de tu tiempo y de tu pensamiento. Y sigue ocupándote más que preocupándote la racionalidad de todo lo que nos rodea. La chispa saltó en plena clase de ese master en el que dicen eres el mejor en la materia. Una de tus alumnas había puesto como ejemplo de complicados grafos un pograma de Semana Santa, con un día y una situación concreta, la pescadilla que se muerde la cola durante la Madrugá. Y saltó la chispa que te llevó esa misma noche a entremezclarte con la gente que rondaba un ensayo, a bajarte de Internet un disco de Tejera y tomarte dos cervezas mientras veías nevar en la acera de enfrente. Poco a poco, la mecha seguro que es larga.