Quedan 15 días. El otro lado del espejo.

Realmente cuando uno empieza a darse cuenta que esto no va parar, que sólo quedan que abran las puertas de las murallas del tiempo, esas que no se derriban con planes urbanísticos, para que empieces a sentir la calle como parte de tu cuerpo y establecer el diálogo soñado entre tus devociones y la ciudad que las acoge, cuando todo esto pasa de lo imaginario a lo concreto es a la tercera vez que te pruebas la túnica delante del espejo. "¡Pero si estás hecho un figurín, como todos los años, te va a durar siempre, papá, menuda percha!". Sí, aunque para ti es un rito de los más serios hay que saber convivir con la guasa. Y se disfruta cuando viene de gente que te quiere. Lo que no esperabas en esa ocasión era que al ajustarte el esparto movieras el brazo más de la cuenta y metieras parte de él dentro del cristal, como una mano en aceite...


Todo era conocido pero confuso al mismo tiempo. Vestías de paisano, como recordabas en aquel domingo de pregón cuando con tus hijos vivías de cerca la mudá de La Borriquita, no, no ¿o era cuando teniendo cargo en junta de gobierno disfrutabas de la espera en la cola de la papeleta de sitio, con viejos amigos y recordando anécdotas? ¿O cuando comenzaba el montaje de los pasos y se veía tan cerca ya el Martes Santo? entre tanta duda se hizo la noche y sólo los cirios alumbraban al Cristo del Calvario en su anual traslado al paso de salida...
Este texto está inspirado en unas palabras de Rafael Fernández donde me revelaba esta historia que hasta ahora no había contado a casi nadie, y con su permiso, aquí he mostrado al estilo callejonero.
Gracias Rafael