Quedan 37 días

Entre las muchas formas de comunicación que existen entre todo lo que significa una procesión de Semana Santa en Sevilla y quienes las observan hay una entrañable relación -aunque en muchos casos se haya convertido en algo falto de naturalidad, lleno de desgana y sobrado de apariencias- que hace mágico ese instante de la entrega de una estampita. Nada de otras cosas, ni medallitas, ni composiciones gráficas , una simple estampa con el nombre del Títular y la Hermandad. Un instante cuyo reflejo puede verse en ocasiones en el brillo de los ojos del nazareno y sobretodo en la sonrisa de ese niño sorprendido o en esas arrugas agradecidas que llenan la cara de vida. Y no hay que esperar a que llegue Abril. Ni Marzo. La transformación ha comenzado. Hace unos días recibí mi estampita, de mi propia hermandad, de alguien que no es hermano y al entregármela no pudo verme la cara porque, lógica nazarena, llevaba servidor el antifaz puesto.
Gracias

3 comentarios:

Miguel dijo...

Y las estampitas se acumulan en casa. No se tiran.
Con la de cosas que tengo en la cabeza... ¿por qué será que recuerdo de cada una de ellas el momento de recibirla y a la persona que me la dio?

Zapateiro dijo...

Son muchos los componentes de la Semana Santa sevillana los que nos devuelven a la infancia. El gesto de regalar una estampita es de los más significativos. Inmediatamente se dibuja una sonrisa sincera; la miras y remiras como si nunca hubieras visto esas imágenes tan cotidianas para ti como son los Cristos y Vírgenes de tu ciudad; te aseguras de cobijarla en un lugar a resguardo; y en cuanto llegas a casa la depositas en esa caja que con amor e ilusión guardas. ¡Bien, ya tenemos otra! Esas cajas que nos traen el recuerdo de cromos, canicas y objetos que coleccionábamos de niños.

¡Cuánto romanticismo encierra esta tierra en primavera!

La cara oculta de la Luna dijo...

Me alegro que te gustara la estampita digital. Saludos y gracias a ti