Quedan 10 días

Álvaro es empresario desde hace muchos años. Tiene ahora sesenta y sale en la presidencia del pasocristo de su hermandad. Por estricto cumplimiento de las reglas, Álvaro, no mira ni una sola vez hacia atrás en todo el recorrido. Ni una vez mira a su Cristo crucificado. Tampoco lo mira cara a cara de cerca cuando a su capilla va  a visitarlo cada martes. Durante todo el año. 
No puede mirarlo porque le da vergüenza y por mucho que se arrepiente no puede mirar a la cara a quien es viva imagen del resultado de todo el daño que él ha cometido sobre desgraciados currantes explotados. Así de sencillo. La última vez que vio los ojos muertos de su Cristo bajo una luz cegadora, en una tarde de primavera que apuntaba al verano, se le vino el mundo encima con todas esas horas de trabajo ajeno por cuatro duros con los que iba  engordando exponencialmente las arcas de su grupo empresarial. Aún se pregunta como él con esa formación psicológica a prueba de bomba pudo caer en semejante tristeza. Y ahí sigue Álvaro, cada vez que se aprieta el esparto para ir a la capilla, cada año, sabiendo que está muerto por dentro y todo lo que le queda es fachada. Ni cubierto de ruan negro.

1 comentario:

La cara oculta de la Luna dijo...

Hay muchos Álvaros. Alguno te aseguro que es capaz de mirar allí donde este no puede, y además sin ningún tipo de tristeza interior, remordimiento ni cargo de conciencia.
Es Ley de vida. Unos son más fuertes, otros aparentan serlo y otros sencillamente intentamos mantenernos en pie.