El parón

Recordarás para siempre aquella noche por el parón de la cofradía. Sorprendentemente era lo mejor que podía pasarte, qué tardaran en llegar los pasos ese Miércoles Santo, cómo ibas a olvidarlo. Tus acompañantes se sorprendieron al ver tu expresion de felicidad explícita porque, y siempre es y será así, un parón va acompañada de quejas especialmente a esas horas pero a ti aquello te supo a gloria. Era la última del día y luego ya  todos para casa. Vaya día largo y lleno de nervios, desde el mediodía hasta las tantas viendo recogerse la última. Mañana se marchaba con sus padres a la playa y eran los últimos minutos del goce de verla, de estar con ella. El lunes, tras las vacaciones, en el instituto, nada sería lo mismo. Queda ese escalón de la calle Cuna como testigo de vuestra despedida.