La cajita

Guardaba en su habitación, en un rincón del armario, una cajita con papeles. La realidad es que no recordaba aquello. Habían pasado muchos años y cuando las circunstancias le llevaron allí de nuevo se tomó su tiempo para ir colocando sobre la cama lo que contenía. La película de aquella parte de su vida iba tomando forma, recuerdos que caían por su peso y aunque había lagunas que no conseguía rellenar se dedicó a la faena de desenmarañar años de juventud. Y sus primeros años como vigilante en una obra de Torreblanca se acordó que seguía saliendo en su cofradía. Y estaban las papeletas de sitio, acompañando siempre a su Cristo, le hubiera gustado hacerlo alguna vez con la Virgen pero era de los que llegaba a la iglesia y se marchaba viendo unos minutos aparecer a lo lejos el paso. Ni podía esperar a que entrara. Cogía el coche y para casa. Cuatro horas después tendría que levantarse de nuevo. La rutina laboral no entendía de Semana Santa, no le dejaban ni explicarse, las vacaciones para los veteranos. Por eso ahora, de vuelta a casa, a Sevilla, lo tenía claro,  no saldría de nazareno pero iría todo lo cerca que pudiera hasta la Campana y luego a la vuelta, llevaba años pensándolo, con su pasopalio, al que nunca dejaron estar cerca. Este año sí.