Quedan 23 días

Y hacia el norte siguió. Está vez me adelantó el destino porque quiso remarcar que si se había quedado parado antes en Hombre de Piedra ahora iba a hacerlo en otro de sus sitios favoritos, no sólo por su nombre, no sólo por como suena.
Cuenta que estuvo entretenido localizando algun ángulo desde el que se viera la Torre de Don Fadrique hasta que llegó a Lumbreras donde giró a la izquierda pocos metros y luego a la derecha, Arte de la Seda. ¿No te enamora sólo escucharlo?
 
La parada fue en un punto concreto, en una esquina, apoyado en la pared de enfrente y al estar el portón abierto veía un patio e intuía una casa. Y desde allí, dice que le narró su padre, que una noche de Jueves Santo llegaron a salir por aquel zaguán doce personas vestidas de nazareno, en silencio, de todos los tamaños y por las manos, dedujo que de diversas edades. Las capas al aire culebreaban por la estrechez, no iban alineados siguiendo ninguna norma y cada cual sin perder distancia caminaba sin más. El grupo se fue perdiendo entre las calles camino de Bécquer. Por la escasa iluminación el padre de mi amigo dice que nunca pudo verles la cara pero no olvidaba con detalle los movimentos elegantes con los que se movían y la estela que dejaban. El áurea que les envolvía. Verde. Verde. Esperanza. Mi amigo no lo puede olvidar porque esas fueron las últimas palabras que su padre acabó diciendo en la etapa final de su Alzheimer. Verde. Verde. Esperanza.