Estrecheces

Quedan 35 días. 

Volví a la calle Canal por Lisboa avanzando a buen ritmo hacia el sur donde, justo pasando la glorieta que está dedicada al rebelde y flamenco Bizco Amate, crucé al otro lado adentrándome en la calle Nalón y luego por la peatonal Mijares hasta donde se estrecha y desemboca en la plaza. Ríos y patrona del norte para un barrio sevillano.
La misma estrechez donde me recordó el amigo de un amigo pasó algo que me hizo pensar en una circunstancia de la que he leído poco estos tiempos de búsqueda escalonada de la "normalidad". Fue en una tarde larga y sofocante de Mayo cuando un pasito hecho de madera de cajones de fruta, que habían recogido del cercano mercado de Las Palmeritas y trabajado las manos experimentadas de un abuelo, se acercó por esa misma calle peatonal.
Allí, entre los clientes de la tienda, los paisanos del bar que abarrotaban los veladores y algun que otro confundido recogieron muchas monedas que el capataz de aquel pasito, con un solo costalero y una Cruz de Guía, guardaba en una bolsita de tela que llevaba en una mano y que únicamente se la pasaba a la otra para efectuar la llamada con la palma abierta.
Ese nudo incómodo en la garganta apareció, segun me contó el amigo de mi amigo, cuando recién alzada aquella mínima expresión de andas, avanzando unos pasos, mandó girar hacia la puerta lateral de la parroquia que sirve de entrada para el despacho, la hermandad de gloria y obras asistenciales. Mandó arriar y posteriormente pidió levantaran a pulso la Cruz no sin antes dedicarle a las madres que trabajaban en Cáritas y que un sábado al mes se reunían por la tarde para organizarse.
 
 ¿Veremos estos pequeños pasitos infantiles allá por mayo por nuestras aceras como la punta de un iceberg de todo lo que ha  estado ausente estos años? La nube negra de la novelería sevillana es nuestra espada de Damocles.


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