#Quedan23
La lluvia, sí, esa de la que ya estamos hartos pero que irritarse es pa ná, de verdad, adaptémosnos y encerrémosnos en los bares y capillas...¿la calle? Pa los charcos.
Pero la lluvia también trae historias que no es que uno vaya a buscarlas es que vienen a ti. Te las encuentras como me pasó cuando esperando para cruzar por el semáforo de Puñonrostro con un tráfico infernal por la ronda hasta arriba de autobuses atravesados y como se dice que no hay mejor forma de definirlo, jarreando. Cayendo agua con la violencia de una patada en la puerta. Sin pensarlo dos veces los tres que esperábamos para cruzar nos giramos y nos metimos como una salamanquesa en el mínimo escalón que el número 11 de la calle aportaba y que mínimamente también se beneficiaba de la protección de un balcón de la primera planta. Ellos dos iban juntos y yo no los conocía de nada. Y seguía jarreando.
Tras un "vaya tela" sacaron sus vapeadores y a ver la vida pasar humando como si no hubiera un mañana. No era la nube de incienso en la que estaba deseando meterme mientras un palio avanzaba a los sones de Pasa la Macarena, no era ese humo, ni uno en el que puedes estar pensando y que bien pensando no hubiera estado mal para seguir soñando con una Semana Santa de cirios doblados...pero era humo de esos cigarrillos electrónicos, mala cosa, mal momento para que los dos se giraran dándole la espalda a la calle y a mi sus dos caras barbilampiñas...me da igual como si nieva, hermano, esto es lo que cuenta ahora mismo, la madrugá y sacando de su chaquetón dos papeletas de sitio de Los Gitanos envueltas en una funda de plástico le dio un beso mientras su compañero asentía con los ojos medio cerrados.
Y pensé, olvidándome de todo, que poco quea.