Quedan 14 días.


Ayer sufrí unos de esos achaques cuaresmales que te hacen sentir en el cogote la presencia de lo inevitable. El paso del tiempo no tiene compasión por nadie, y las señales de su cercanía al tiempo esperado son clamorosas, y lo mismo pasará cuando en la torrencial lucha de los sentidos la Semana Santa pase fugaz, un cometa en el cielo, dejando atrás constelaciones y planetas. Dejando atrás nuestro mundo. Ayer recibí esa visita en forma de señal inequívoca, y me dejó parado, helado, está en todos sitios, vivimos rodeados de un calendario vital, adhesivo a nuestro andar, al comer, al trabajar, al ole, al reir, al llorar, al desesperar de una rutina, ahí andaba, diciéndolo bien claro. Apareció esa fecha, día antes del de San José, que aquí, lo siento Patriarca carpintero, es el corazón de una semana, apareció esa fecha marcada en rojo en tantas casas como el día señalado. Ahí estaba ya, ¡y es que no lo había sentido tan cerca! sentí escalofríos, y no es broma, hablo en serio, al leer la fecha de caducidad del pan de molde. Dieciocho de Marzo, Martes Santo, son las cuatro de la tarde ...