Quedan 5 días.


Seguro que has sido tú el que se cruzó conmigo ayer por la tarde. Venías de comprarte el capirote. El año pasado la lluvia te lo dejó hecho trizas y necesitabas uno nuevo. Curioso se pueden ver gentes con el cartón por la calle hasta en los días de Semana Santa. Cualquier momento es bueno para cumplir el rito de la medida sevillana del capirote. Medida de la cabeza,medida del antifaz. Y cuando en un paso de cebra veo pasar a una persona con un capirote de cartón tiene para mi la importancia que para un centurión romano ver pasar la bandera de su legión. Ave nazareno, penitenciuri te salutant. Y eso que ando cabizbajo. No quiero ver ni una predicción ni un mapa de esos de internete y me escondo cuando en la radio le hacen los quinarios a los meteorólogos. No veo, no leo, no oigo. Pero desde el domingo por la tarde se ha instalado sobre nuestro cielo un ambiente que no me agrada. Me noto raro, o quizás sea el miedo a coger uno de esos virus que duran tres días, o cinco, o siete. Una semana. O será que tengo necesidad de tener por casa los programas de cofradías, en distintas habitaciones, para ir mirando un minuto la madrugá, un ratito dónde salen las bandas, qué vamos a ver el Domingo. Los buenos, los malos, los que tienen mapitas para recortar tiempo andando, los que te sabes de memoria, todos los quiero, y para mi familia, uno para cada uno, y para el coche que nunca se sabe. En el salón planteo volver a ver al Buen Fin en San Lorenzo pero cuando llego a la cocina ya quiero quedarme con San Bernardo hasta que se meta en Campana, viéndolo a la ida que a la vuelta ya lo tengo más visto. ¿O no? Y mientras se calienta algo en el microondas decido empezar viendo la Hiniesta por la muralla.
Para luego cambiar planes en el último instante pero necesito tener ese martilleo en mi cabeza, por algo le llaman semana de pasión. Está ahí pero no la puedes coger. Qué pase prontito por Dios. Y mientras seguimos subiendo a nuestros altares de zancos a media Jerusalem.