Quedan 5 días.

Creo que fue tras ese momento cuando me di cuenta que ya estaba enfilado en la transfiguración a la que te somete la cuarentena. Aunque no es hasta ahora cuando lo cuento. Ocurrió hace dos domingos durante la subida al paso del Cristo de la Salud de San Bernardo. Fue tal el nivel de concentración al que me sometí que pienso que algun instante llegué a estar ...y no estar allí ... al mismo tiempo.
La presencia de dos de los sayones del paso de misterio de Los Caballos de Santa Catalina me pareció sospechosa desde el principio. Armados con un complejo artilugio a modo de polea -que ni el mismo Da Vinci hubiera podido imaginar- comenzaron su labor de alzada, de encumbrar, de levantar, de exaltación nunca mejor dicho. Otros dos le ayudaban desde la base. Desconociendo cual era mi misión allí, bastante tenía con sujetar al caballo, entre la algarabía de curiosos, folloneros y seguidores fieles, que empezaba a no sentirse a gusto entre la muchedumbre. Mi pilum estaba preparada por si hacía falta intervenir... mientras al que llamaban rey de los judíos colocaban en lo alto de aquel lugar ...


Una silla apoyada en uno de los muros de la parroquia fue la que con su ruido al caer me hizo volver a la realidad. De la estrechez de la calle Gerona a la amplitud de la calle Ancha. El paso sobre los pies iba buscando su sitio de salida. Y luego la madre junto al hijo. A un paso del miércoles santo. Tan cerca del jueves santo como no me había percatado nunca.

Fotografías de Ramsés Torres