Quedan 3 días.

Ramón saldrá este año de nazareno por primera vez, tras cuarenta y cinco años de hermano sin poder vestir la túnica de cola. Julián, su hijo de diez años saldrá con él. Julián llevará sobre su hombro la mano de Ramón, y en los momentos de estrechez, de bulla, de aglomeración, la mano infantil hará las veces de los ojos de Ramón. Invidente desde que nació en el Hospital de las Cinco Llagas. Él llevará una vara en la antepresidencia.

La hermandad le había propuesto año tras año un hermano que le serviera de lazarillo pero él siempre prefirió esperar a que su hijo mayor tuviera edad para poder salir de nazareno. Julián podría haber salido antes pero no fue hasta este otoño cuando lo comentó en casa, quería salir y sin haberlo hablado antes sentenció 'pero tengo que ir junto a papá'.

Necesitaba, quería, deseaba alguien de su confianza y alguien que como él fuera de nazareno, no de chaqueta y corbata haciéndose notar como algo diferente. ¿A quién iba a estrañar ver esa imágen cariñosa de dos generaciones? ¿Cuántos soñamos con salir de la mano de nuestros hijos? Además, como cuenta Ramón en sus tardes de invierno en la esquina donde vende los cupones que nunca tocan pero que él vende con el arte mamado en la escuela de la calle, soy él único de la cofradía que no mirará hacía atrás para disfrutar con el pasocristo, en cada revirá, en cada marcha, en cada chicotá, en cada saeta, en cada parón, siempre, siempre, lo tendré delante de mis ojos.


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