Quedan 37 días.

La lluvia fina calaba su chaqueta nueva y sus viejos huesos. Lo que no traspasaba ni una tormenta de arena del desierto saharaui era su convicción ferrea sobre lo que pudiera ocurrir allí en alguna de aquellas miradas y peticiones de los viernes. Desde que comenzó su investigación, y por qué no decirlo -la terapia para alejarse de lo malo que siempre le rodeó- no había faltado en cada uno de estos días a su cita con lo diferente, con lo sobrenatural. Hablaba él de una energía que circulaba entre las paredes y los bancos. Tenía anotados más de cuarenta casos con sus entrevistas, fechas e incidencias.