Contadores.

Se había propuesto contar los pasos que daba durante su lento y largo caminar, a la ida y a la vuelta, y durante el trascurrir por las naves de la Catedral. Contó todos los pasos que prácticamente de haberle seguido con la mirada hubiera podido afirmarse que eran casi iguales. Temió por calle Francos perder la cadencia con la que agregaba números a su lista interminable por culpa de un charco de agua que pisó de refilón con el talón derecho.

Al llegar a la sede, soltó su cruz, repitió varias veces el número sonriendo debajo del antifaz antes de quitárselo, abrazó a varios hermanos y se fue hacia la puerta sin poder evitar el cansancio en la mirada, lo que hizo que uno de los acólitos, conocido de la calle de sus padres le dijera "¿mucha bulla tras el paso?", "No, no", sonrió, "estaba pensando que ya sólo quedan 365 días para volver".