Luna de Junio

Miércoles

La ciudad no ha tenido aún suficiente y pide más. Es Miércoles Santo y aparece la luz que nos guiará hasta el desenlace final pero necesitará combustible para que la llama no se apague y anuncie -cual estrella de Belén- que se cumplió lo escrito. Irá nutriéndose de los penitentes de un palio con faroles de cola, de la agonía en las cornetas ante el penúltimo derramamiento, del sacrificio hospitalario de nazarenos bicolores, de la cera sacramental que llega ofreciendo maneras de barrio antiguo y del espíritu franciscano que trae algarabía entre ángeles de marfil. Pero no se sacia fácilmente, desde su elevada tea atraerá a todo aquel que desorientado no conozca el camino. A la sombra de la luna de Paresceve, háganme caso olvidense de las guías oficiales y sigan su instinto, se lo digo así de claro, el final empieza siempre en una capillita de la calle Orfila.


Segundo de mis cuatro pequeños artículos publicados en el especial de Casco Antiguo para la edición de 2011