Quedan 15 días


Me avisó que venía chicotá larga y siguiendo lo que él denominaba paseo natural que era buscar arterías gruesas de la ciudad. Calle Sol hasta San Román. Nadie pasa por allí sin que se le remueva algo y en lugar de contarme alguna historia me planteó una pregunta ¿fue el final de la Semana Santa antigua el día que se mudaron los Gitanos? No se, afirmar eso implicaría que he vivido esa Semana Santa y que tenemos más años que el hilo negro. No, le dije. Él decía que sí que de aquellas recogidas se pasó a las de butaca y nevera, lotes y esperas interminables sin escuchar ni media toná. Qué con eso empezó todo. Me trae ahora que aminora el paso recuerdos de la procesión a la ida, de noche, y reconoce ver en esos nazarenos, en su andar costumbrista, a la  procesión del pueblo, al calor de la cera encendida, y así se plantó en la esquina de Peñuelas con Bustos Tavera, calle que segun le contaron y relata  está dedicada al hijo de un noble que le dió un estacazo al rey, y dicen lo pagó con su vida. A Sancho IV le llamaban el Bravo, o eso cuenta nuestro amigo que no puede dejar de sonreir por ese tramo en el que conviven la Hermandad de la Mortaja y dos de sus pubs de antaño, El Perro Andaluz y La Cara B. Ahí es nada. Y me dice bajito, sobre La Mortaja te cuento luego y ya en la Plaza de los Terceros, plaza de trasiego siempre, con Santa Catalina y El Rinconcillo mirándose cara a cara. Vaya chicotá la de hoy le digo. Buena, de las de antes. Y ya en Gerona, pasando Feijoo, me señaló un punto de la calzada, dice, ahí lloré como un descosio hace ya mucho tiempo viendo a Nacho, el niño de Ignacio el de las máquina de coser, levantar el cirio y llevarlo al cuadril con su túnica de cola y su antifaz morado como no lo he visto nunca. Elegancia me dijo, elegancia en un niño de 11 años.