Nos habíamos reído y eso era bueno. Siempre. Tocaba seguir caminando, me comentaba que los contrastes en la Semana Santa son necesarios, entrando por Alfonso XII giraba hacia Santa Vicenta María, calle de paso, traviesa, y luego Virgen de los Buenos Libros empalmando Cardenal Cisneros hasta la misma puerta de San Vicente. Hizo este recorrido muy tranquilo no como un Miércoles Santo en el que era partícipe de un pacto no escrito donde iban saliendo de los bares tras tertulias y cervezas mucha gente diversa. Y en ese tramo se iban arremolinando para no perder detalle del Misterio de las Siete Palabras. Todo es clásico ahí hasta los paisanos que año tras año se concentran, no se saludan pero se reconocen y se les ve disfrutando, se les ve felices. Todo tiene un sabor añejo. Mi amigo concluía esta historia bajo un naranjo, hoy sí, con azahar, rogando no se cambiara nada para que pudiera permanecer al menos este regreso siempre así. Sellar el tiempo. Se acordó de Nuñez de Herrera y volvió a sonreir.
Al final del túnel
Hace 1 semana