Quedan 31 días


Cuando alguien incluía en la conversación aquello de la vida es una semana mi amigo replicaba siempre que en una semana no daba tiempo a enterarse ni que uno está viviendo... y con esa idea  retomo su andar por la calle Zaragoza porque tocaba chicotá larga esta vez, dando paso a la trasera se plantó en Carlos Cañal dispuesto a no despistarse mucho. Parecía que el objetivo de avanzar sin obstáculos lo iba consiguiendo. Venía pensando en la de veces que había hecho este recorrido andando junto a la Cruz de Guía de la Soledad de San Buenaventura. ¿Por qué lo hacía? ¿Qué le atraía de aquella singular insignia? Alguna vez le acompañé en su peculiar seguimiento y tenía esperanzas en resolver el entuerto pero me contó que sus pies le llevaron a una de las estrecheces de la ciudad, la calle Mesón de los Caballeros, donde zizageó, avanzó y soñó con una Cruz de Mayo de caja de cartón que desde Plaza Nueva hasta la Magdalena callejeaba sin prisa ninguna. Y sus primas, como recuerda aquellas reuniones con ellas que terminaban con los turnos de relevos individuales y Juan, su único primo con incipiente bigote que hacía de capataz, que era el capataz. Y al llegar al ensanche ajardinado siguió por Moratín manejado por su memoria hasta el primer cruce donde se detuvo, de nuevo bruscamente pero esta vez con la cabeza agachada. 
 


 
Moratín. El sí de las niñas. De mis niñas. De mis primas. Sólo Juan y yo eramos hermanos de alguna cofradía ¡si eran ellas las que más sabían! Cuánto queda hasta que realmente tengamos el sí de las niñas, ni quiero acordarme el día que se votó en la hermandad, y agachaba más la cabeza como escondiéndose de sus propios recuerdos. ¡Dicen que avanzamos! pero no entra todo el aire que debiera.