Quedan 33 días

 
 
Repuesto retomó el camino por donde había venido pero necesitado de andar sin pensar avanzó por Adriano. Las mentes dispersas tienen una dificultad añadida a la ya complicada tarea de no maravillarse por lo que esta ciudad en cuanto te asomas a la calle te ofrece, encima, tiende a engancharse con cualquier azulejo, cualquier esquina, cualquier espadaña y tirar de memoria, de whatsapp o de San Google, patrón del periodismo morado de temporada, pero no tuvo más remedio que pararse pasando poco metros la Confetería Los Ángeles y ponerse a dar vueltas sobre sí mismo, en la encrucijada de las encrucijadas, Castelar, García de Vinuesa, Harinas, continuar por Arfe o por esa calle de cuyo nombre no quiero acordarme donde estaba la discoteca Groucho y es la entrada y salida de unos de los tapones clásicos de nuestra fiesta. Pues así estaba, siempre le pasaba lo mismo, ya estaba entrando la cuarentena por su cuerpo, como si del fiscal de Cruz de Jesús Despojado se tratara en su intento de salir del laberinto cada Domingo de Ramos.
 


Castelar adelante, avanzó rápido para no detenerse en los recuerdos de viejos cofrades cada mañana de Viernes, privilegiados de Castelar se denominaban no se sabe si en serio o sarcásticamente a los que se pegaban al Cristo del Calvario para no dejarlo hasta la Magdalena pero esta vez no, esta vez, viró a la derecha por Gamazo y luego en un giro de guión, por Mariano Cavia donde en mitad de la calle haciendo curva tiene despacho Julián, amigo de la infancia, abogado y ahora sencillamente un hermano feliz de los Gitanos. Entró, lo abrazó y lloraron por su padre que no pudo ver en las andas de su gente como su Cristo llegaba a la Catedral majestuosamente.

En ocasiones, el tiempo también se dispersa como muchos de nosotros, demasiado pero siempre llega, hermano, siempre llega.