Quedan 8 días

 
Guadalupe se asoma a la Ronda para llevarte al final del Jueves Santo. Así empezó. Hay que volver cada cierto tiempo a Recaredo. Empieza a confesar que gusta de ver la cofradía a primera y a última hora. Estaba claro que no se perdería por Conde Negro ni por San Primitivo, que iría directo a esa plaza que es punto de partida de mañanas de Domingo de Palmas, bien temprano, cuando la ciudad huele a café y a ilusión de estreno. Él sigue un poco más adelante, por la calle dedicada al valenciano Juan de Vera y luego a la derecha por Úbeda, hacia la mitad de la calle hasta donde vivían dos hermanas, amigas suyas, con sus padres. De esto hace mucho tiempo. Que no eran del barrio aquel pero por las vueltas que da la vida fueron a parar a allí y por otros motivos,  que la vida tienes esas cosas, las conoció y la amistad les dura hasta ahora. Y ahora no viven allí, ni en su barrio de origen, ahora están lejos, en Lisboa una, en Helsinki la otra, que mas da si cuando habla con ellas, si cuando ve sus fotografías, si cuando ve sus casas, las de antes, las de ahora, todo le recuerda a la mañana del Lunes Santo desde bien temprano esperándolas en su portal. Parecía uno más de la familia. Las acompañaba en coche bien temprano hasta casa de la abuela Juana que vivía en el barrio, y comprobaban una vez más que todo estaba preparado y bajaban a la Parroquia y volvían a la casa. Y revisaban que todo estuviera preparado. Y se vestían y él hablaba con el padre pero el ansia le podía. Ya estaban, ay la madre con la llorera otra vez, repasando todo. Y el padre que se contagia, y la mayor de las hermanas, y mi amigo lo confiesa sin reparos que se unió, un año más, a la llantina, y así se fueron todos a la calle no sin antes dejar en el aire la menor de las hermanas lo que siempre se recordará, lo que quedará, qué bien lloramos de  alegría en el Tiro de Línea. Y sin darse cuenta me dice habia llegado a San Alonso de Orozco junto a los muros del viejo Monasterio de San Agustín y allí se quedó, claro, llorando de alegría.