Esto te va a gustar pero vamos a darle paso a la trasera. Se vino arriba mientras andaba por Águilas hacia la Plaza de Pilatos. Está chicotá es de las más largas pero aliviaré tu tiempo. Sabía que me gustaba recorrer ese tramo por la noche, de vuelta de algun sitio donde en buena compañía habría disfrutado de la parte de esta transformación que es necesario compartir pero él barruntaba que hay tramos que se hacen mejor en solitario que no es lo mismo que en soledad. Como un nazareno cualquiera, sin distinción amigo, el nazareno no tiene apellidos, el que es nazareno, el que pasa el filtro para así ser llamado, siempre lo hace en solitario nunca en soledad. Ni capa ni cola, ni esparto ni cíngulo ni en silencio cartujano ni en bullicio interminable. No le pongas apellidos a un retorno por Águilas, Plaza Pilatos y San Esteban. Me sorprendió no optará por el callejeo de Medinaceli, Imperial, Calería, Juan de la Encina...sitios donde la cercanía convierte al siempre activo observador parte irremediable de lo que se vive pero no, de nuevo, está parado ante la Ventana, en la acera de enfrente, nunca se acercó segun confesó, el viandante mantiene la distancia siempre. Buen Viaje.
Y abriendo el compás llegó rápido a la esquina de Muro de los Navarros, bajo el cartelón, pregón indiscutible de lo que está por venir, ¡ay si algun año no te viera! y enfiló hacia otra encrucijada con el andar del que reconoce cada casa, cada puerta en esos Martes Santos que cuando apretaba el sol siempre había un vaso de agua para el nazareno que encontraba su sombra. Y en el cruce con Santiago volvió la vista y se detuvo mirando a la calle que acababa de dejar. Al fondo una hoja de palma colgada en un balcón, seca, paciente, esperando ser renovada en poco más de una semana.