Quedan 2 días

 
Esta calle, Hernando Colón, como se recorre bien es estando cansado. Entonces se goza. Habla bajo pero con nervios. Así empieza. Se le nota que no es el mismo que empezó esta historia pero quién es el mismo cuando sabes lo que está por llegar. Y no termina la calle, ya anda por Rodríguez Zapata, callejuela que comunica con Álvarez Quintero que es la vía donde empieza la Cuesta del Bacalao pero que se mantiene ancha por Argote de Molina y por eso es recorrido, desde que la abrieron obviamente, de las vueltas y recogidas pero él,  hablando de caminos imposibles, la continua hacia  arriba que se diría si realmente hubiera cuestas. ¡Qué preciosas estrecheces como Conteros que nos permiten dar zancadas largas para alcanzar lo que se nos escapa! Por aquí no caben pasos, ¿te imaginas?, sigue con la ensoñación propia, ¿te imaginas al Salvador todo recto? Y hacia allá se encamina. Jia, se para, al contrario que las que juegan al despisté, me relata que se metió por Chapineros. Esto es así, hay que salir de la ratonera, así es el recorrido de vuelta de muchas. Qué poco queda amigo. Coletilla que reitera cada cierto tiempo. Que reitera cada cierto tiempo. Cuando estás viviendo  tan profundamente lo que la persona a la que llevas escuchando y siguiendo con un mapa mental varias horas, cuando lo vives así, todo es eco. 
Y por Francos, dejando ya Pajaritos a la derecha, y San Isidoro, más calles, mas escapatorias para ir a la Alfalfa, y la cabeza se le va, sale corriendo de la mano de aquella niña, su primera novia. Y vuelve, deja Blanca de los Ríos a la izquierda, va contando todos los carteles que ve, datos, datos y en el cruce me dice que ya no es lo mismo, me dice, y sigue por la Plaza del Pan. Se detiene mirándolo todo, de las minúsculas tiendas a la grandiosidad que rompe el cielo. Y las tiendas de novias y más calles. Busca una en concreto, Córdoba, la antigua de Alcuceros, una calle que se le dedicó a los vendedores de golosinas, una calle que tiene una reja rodeada de piedra y otro azulejo homenajeando a la ciudad hermana. Y allí se para. En la reja. No entra. Termina diciéndome, chicotá larga hasta los barrios, incansables, orgullosos, un Viernes de Dolores. Sonrie, mucho. Nos vemos cara a cara pero no está ya en la mesa camilla realmente. El mañana está a la vuelta de la esquina.