Quedan 3 días

 

Ay, sabe ya que le queda poco que contarme, ve el final, se le nota. Me pide que no me precipite pidiéndole celereidad. No son calles ni tiempos de prisas. No lo son, eso es cierto. Me recuesto en el orejero y le escucho. En la encrucijada optó por la calle Segovia dejando la piedra señorial a la derecha, avanzó un poco para coger Don Remondo, calle que ya no soltaría. ¿Cuántas veces la recorremos, la hemos recorrido, la recorremos, buscando cofradías? Terminando donde termina, haciéndonos temblar por el  recuerdo de una noche de invierno,  al fondo sólo un ciprés del vecino convento de la Encarnación ¿a qué no te habías fijado? Pues no, la verdad, no me había fijado. Y pegado al Palacio Arzobispal cruzó la plaza Virgen de los Reyes llegando a la esquina Matacanónigos. Poco me podía decir. Veleta, campana, centinela sevillana... hasta tres veces me dijo lo de la esquina, con otro nombre ya pero que siempre será la que será. Y a la Puerta del Perdón se llega por Alemanes por dentro de las cadenas catedralicias. Y partiendo de aquel arco entre visitantes ajenos a su pensamiento se fue adentrando un poco, sólo un poco, por Hernando Colón. Esa esquina, esa puerta, ¿por qué no pasan todas por aquí? ¿Por qué no suena Soleá dame la mano ahora mismo? ¿Por qué sentiré esa sensación sin entrada en el diccionario que te hace pensar que no ha empezado y se está marchando?