Volando voy

 Quedan 38 días. 

Quedaba uno libre de los que no venían marcados con el aspa de distancia y había alguna gente de pie por lo que decidí agarrarme a una de las asideras y aunque sabía que no debía despistarme pasó lo irremediable, volé a una bulla en Francos, cuatro corrientes definidas, hacia San Isidoro, hacia Blanca de los Ríos, hacia los dos sentidos de la propia calle y una nueva que cobrando grosor parecía ganar la cancela blanca de unos comerciales, y mi mano en alto sosteniendo la rueda delantera de un carrito de niño obedeciendo  órdenes hacia el Salvador, hacia el Salvador, me decía... y casi me pilla el cierre de puertas, ¡a esta e! salvado por poco, puse pie en tierra.

Y crucé, camino de mi destino, la primera parada de unas cuantas que vendrían con las pisadas donde hay que estar para conocer antes de hablar, porque es donde se necesita y siempre hay más ciudad allí donde hay más vida me dijeron un día hace ya mucho tiempo, Gaviota, Alondra, Galaxia, y el corazón que llegará de una plaza donde se paran los pulsos, volando a sus manos en un Domingo que no sabemos aún como será en San Lorenzo. Atravesé sus muros de ladrillo visto y frondosa vegetación por una cancela que nos lo cuenta todo. Dentro,  palomas a los pies de la Virgen y en sus manos, sencillez, las sonrisas de los catequistas y el pragmatismo, al servicio de la causa.

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