Que entre el Jueves Santo y la Madrugada no tenga fronteras podría solucionarse dándole al primero su peso en la semana, separándolo como ocurre con el resto de días, aislándolo en su jornada. Cortar ese lazo a todas luces imposible pero para nada indestructible. Líndese en todo caso la dividida jornada del Viernes, su parte matinal y la vespertina. El Silencio llegando minutos antes del alba a La Campana y luego sumando minutos, horas...la Carretería en su horario y así hasta La Mortaja. Tendríamos Madrugá de verdad, mediodía con todos sus avío y una tarde-noche con cuerpos cansados, nubes grises y el Cachorro por el Puente.
Y nos quitamos varios problemas de un ciriazo.