Es el todo lo que cuenta

Un concierto de Tejera en una mañana de domingo a la espalda de San Vicente o de la Banda de la Puebla en los jardines de las Hermanitas de los Pobres, están bien, se disfrutan. El viacrucis del Yacente donde puede apreciarse y gozarse de la cercania de la Imagen como no se puede hacer el Sábado Santo, está bien. Muy bien. Entre naranjos de una barrio extramuros suena la música enlatada sobre las andas de un paso desnudo. Le acompaña un murmullo durante todo el recorrido. Los sentidos comprueban las medidas de las calles por donde pronto todo sera dicho. Está bien pero no es nada. En un bar cercano a la parroquia al terminar el Triduo puede respirarse la nube de incienso entre abrazos de reencuentros. Está bien pero no es lo mismo.  Ni siquiera ese instante que solo ante la Imagen, en un cara a cara privilegiado, has recobrado unos segundos de paz. Agradeces más que pides. Pero te hace falta todo  para que verdaderamente sientas la identificación con los tuyos y con lo tuyo. Lo propio. Ni antes ni después. Nada ni nadie puede faltar.