Empatía en la circunvalación

Como cada rincón cuenta, como cada palmo de tierra es necesario estaremos cada día en un punto, no necesariamente conectado con el del día anterior, para observar en las costuras de sus márgenes algunos de los amarres que mantienen la ciudad tensa, plana, extendida dejándose pisar sin hundirnos con ella. Y atravesándolo todo, la Semana Santa.

Es una circunvalación pequeña que roza por su lado occidental con la otra enorme que desde su nacimiento se quedó estrecha. Nos encontramos en la calle San José de Calasanz, rodeando la barriada de ese nombre o del Carmen como también se le conoce. En una esquinita escondida entre setos, una ventana y un azulejo. Flores para la Virgen. Aquí, entre dos ríos que son el mismo, con su patrona marinera partiremos, pensando en los márgenes porque no los estamos soñando, para andar menos de doscientos metros. El ruido de los niños que juegan en el interior de la barriada, en dos peatonales con nombre de fotógrafos referentes e imprescindible para conocer cómo fueron las procesiones y la ciudad que estiraba el siglo XX, Serrano y Martín Cartaya, decía que la alegría del juego superaba al de los camiones en la autovía. Y eso era ya una victoria.

Y llegamos, al primer día de esta cuarentena, miércoles de ceniza, miércoles de buenos propósitos como el del mural de la Escuela de Viento Sur Teatro, con un lema que hago nuestro, que absorbo como mantra para cada minuto que nos queda por disfrutar. 

Y viviré cientos de vida en una sola.

 
Parte de un grafiti donde puede leerse el lema "Y viviré cientos de vida en una sola"

 Grafiti en la pared de Viento Sur Teatro, en calle San José de Calasanz, 4