¡Houston, tenemos un problema!

En estos primeros días que vamos siendo conscientes de estar ya en cuaresma, lo sabes pero todos los años pasa lo mismo, calma tras el primer empujón de adrenalina y hoy es el primero de esos viernes que pronto serán viernes de marzo con su atávica forma de acercarse al Nazareno, que ya son viernes de visitas a templos, viernes de reuniones en una barra del bar que siempre es el mismo ese día concreto, siempre viernes de recuerdos y planes para la Semana Santa pero también de un viernes que te acuerdas que te han cambiado turnos en el trabajo y vas a llegar tarde a todo eso. 

Y piensas, ese es mi problema, mala suerte tengo miarma pero la Semana Santa de Sevilla tiene otro del que quizás poco se hable (opinión personal porque es mía claro, como ironizaría el querido Nicodemo en las redes). Estamos articulando una Semana Santa en la ciudad sin la ciudad olvidándonos de gran parte de ella y sus habitantes para rellenarla con los que desde fuera son tan jartibles como nosotros. Y no somos mayoría. Hemos invertido mucho en explicar nuestra forma peculiar y popular de vivir la pasión y muerte de Jesús a los que nos tienen idealizados olvidándonos de los de dentro, de los que conviven con nosotros día a día, de los que respiran nuestras miserias como personas que quieren salir a flote, de los que viven entre nuestros propios márgenes y costuras. Habitantes de una ciudad, casi siempre, invisible.