Abrazar la infancia

No vamos a descubrir la pólvora. Llegada una edad toda la Semana Santa es un constante volver a la infancia, a las primeras veces, a los ojos inocentes del que va descubriendo algo nuevo a cada paso que da. Y se amplia el concepto para los que llegaron a descubrirla con edad más avanzada porque vuelven pasado un tiempo a formar parte de estos viajes de ida y vuelta. La ciudad cambia pero allí están esos escalones donde parasteis a descansar aquel Martes Santo o aquel Domingo de Ramos que fue distinto desde que te preguntó tu abuela qué si te quedabas con ella cuando todos se recogían para casa, aquella primera Semana Santa de los mayores sigue estando en tu cabeza, y aquella noche tardaste en dormirte con una sonrisa de oreja a oreja...

Pero cuándo se produjo ese salto en que ya no se acumulaban recuerdos tan poderosos que marcarían el camino de los que vinieron después, cuándo, en qué momento pasó...me aventuro a pensar en ese instante que viendo al que llaman Dulcísimo Nazareno de San Antonio Abad con la cruz al revés te diste cuenta que no era así, no estaba colocada la cruz de forma contraria a como la llevaban habitualmente el resto,  estaba como debía estar, perfecta para que el Nazareno del Silencio la abrazara como símbolo inequívoco de aceptar su destino. Y ya no había vuelta atrás.