La ciudad tenía muchas puertas, la mía, siempre fue la de Carmona, mi camino de entrada natural al centro. Todo el mundo tiene uno. De entrada y salida, siempre bajo la atenta mirada del Señor de la Ventana. Ese punto de acceso que durante toda tu vida será desde donde irás ampliando calles y esquinas. La ciudad fue creciendo contigo siendo este el epicentro. En tu imaginario sobre un plano nada realista pero plagado de vivencias este era tu decumanus maximus. Cada cual tenía el suyo propio. Y en las noches de cuaresma, de vuelta, paso rápido y líneas rectas. La luna nos cuida.
Pero siempre, desde una acera o desde la propia de la ventana, ralentizan el paso, viajeros y paseantes, trabajadores y estudiantes, propios y extraños, con prisas o sin bulla. Mucho camino aún hasta el destino final pero ya queda menos. Salud y Buen Viaje.