Cuando se abren las puertas el día de salida todo se paraliza, todo de inmediato, se centran las miradas en lo importante, en lo que está por venir. La apertura de las dos hojas, en ocasiones pesadas, nos regala una bocanada de aire fresco aún viniendo de un sitio cerrado. No es necesaria una pandemia ni tres años seguidos sin estación de penitencia por la lluvia, siempre ocurre, siempre el pueblo recibe a sus cofradías como un maná, cuando no es con aplausos que recogen esos nazarenos que abren con la Cruz de Guía, sus bocinas, sus faroles, sus primeros tramos con los recién llegados, la gente que espera sabe que es lo que se necesita, y cuando no toca aplaudir, es el silencio quien agradece y sólo algún suspiro no contenido marca el camino de esos altos capirotes que parece que levitan sobre los adoquines. Y dicen que todo esto se va perdiendo que cada vez somos menos nosotros por ser más en general, que nos reconocemos menos en las puertas donde nos apostamos a esperar crucen el dintel las Imágenes que presiden las estaciones de penitencia que hacen, no lo olvidemos, nuestros nazarenos.
Todo esto para deciros que ya tengo mi papeleta de sitio. Un año más.