#Quedan35
Imagínate que estás tan tranquila sentada en la Plaza de los Maldonados, la del Caño Quebrado donde en 1649 a raíz de la peste que asoló la ciudad se colocó una Cruz y donde surgió lo que posteriormente se convertiría en la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura, pues ahí mismo, en los tranquilos veladores casi justo encima de donde aquella Cruz arbórea fue puesta sigues sentada rodeada de miarmas que con una guitarra cantan bajito para alargar lo que puedan esa pelea que tiene la batalla perdida, la guerra entre don Carnal y doña Cuaresma ya va decantándose por la segunda, ya le va tocando, y en esas, tú que eres de Tennessee intentas enterarte de lo que te cantan y cuentan tirando de Google Translate...y te estás divirtiendo, se te nota en la sonrisa, en la actitud, que estás disfrutando de tu paso por Sevilla.
Desde tu posición ves que en la calle del fondo sigue acercándose gente aunque no distingues que está pasando, siguen las copas y las coplas, y mas gente arrimándose a esa calle por la que hace un rato pasaste y no distinguiste nada que te llamara la atención. Tu sigues a dos bandas, y al fondo cada vez más gente y de repente se abren las puertas que hacen que la oscura calle se llene de una luz que emana del interior. Preguntas y alguno de los que allí andaban te invita a que te acerques porque será más fácil verlo que explicarlo con el inglés cortito que gastan, y llegáis a poneros en primera fila y pasa el pequeño cortejo que acompaña al Crucificado de la Hdad. de Montesión, el Cristo de la Salud que tallara Ortega Brú y que tanto recuerda al de la Conversión del Buen Ladrón, y ya no articularias palabras en un buen rato, y no te iba a hacer falta, quien te veía comprendía perfectamente lo que te pasaba, hasta los fieles seguidores de don Carnal no requerían explicaciones ante esos ojos llorosos, casi enmorecios del momento, ese ratito en que todo se te vuelve por dentro. Siempre hay una primera vez.
En la Plaza de los Maldonados seguían sin saber donde estaba Tennessee exactamente pero allí en pocos días iban a saber de buena mano donde estaba la Plaza de los Carros.