#Quedan30
Hace poco hablábamos unos amigos sobre momentos de la Cuaresma que teníamos marcado en rojo. Contamos algunos fijos y recuerdo haber comentado que hay otros impredecibles que llegan cuando llegan, sin fecha ni búsqueda previa y en mi caso, vinculados muchas veces a situaciones en las que no estás en la calle por razones cofrades (aunque siempre tiene uno puesto todos los sentidos y mas siendo las fechas que son) o tras estarlo te pilla de recogida o como en otras ocasiones sales a empaparte de todo eso que esta en el aire o en uno de los últimos bancos de una capilla a punto de cerrar. Y nadie cuenta con ello por eso acaba incendiándote todo para no apagar la llama en lo que queda de cuarentena.
Y me pasó ayer tarde cuando volvía a casa. Parecía que estaba escrito de antemano el guion porque sin yo saber las razones exactas nos llevaron nuestros pasos por la trasera de la parroquia de Santa Cruz lo que hizo acordarme que tenia que mandar un mensaje a alguien para disculparme porque seguramente no llegaría a tiempo de disfrutar hoy, segundo viernes de Cuaresma, del vía crucis de su Cristo, sitio donde nos vemos ya desde hace años y que tuvo especial significado semanas previas al confinamiento ya que sería la última Imagen que veríamos en la calle en mucho tiempo, eso tampoco lo sabíamos en ese momento...y de repente alguien me llama y me agarra del brazo, era esa persona y tras la alegría y sorpresa, el golpe de efecto, queréis pasar a ver al Cristo, acabamos de bajarlo...y no sólo la cercanía del Crucificado me hizo perderme en la mirada que busca explicaciones más allá de donde servidor puede encontrarlas, es que todos los que allí había mostraron un cariño a que tuviera lugar ese acercamiento a esos instantes para mi privilegiados. Esos instantes de Misericordia que compartimos seguramente no consuelan situaciones irremediables pero sí fortalecen para las futuras que vendrán llenas de Esperanza.
Gracias infinitas.