#Quedan31
Hay calles o plazas de las que hay que rehuir como de un mal augurio...aunque en ocasiones pudieran ser sitios realmente interesantes pero no en la masiva Semana Santa pero sí durante momento puntuales en esos lugares realmente incómodos. Durante la misma madrugada del Viernes Santo, en la plaza del Duque, en el lateral de El Corte Inglés transcurre de vuelta a su templo la hermandad de El Silencio y se puede de una punta a otra acompañar a las Imágenes, portentosas tallas de andar enérgico, una gozada mientras ves que el mundo rueda deprisa, deprisa a tu alrededor pero de esto no vengo a hablarles hoy pero sí de la misma plaza, la misma jornada, en el otro extremo, vengo a hablarles de un pasopalio, de una Imagen que como ocurre con todas por ahí, es más desfile procesional que procesión. O eso pensaba. Y me hizo comerme mis prejuicios, quizás fuera casualidad o circunstancias poco habituales las que se dieron. Todo lo fronterizo de forma cíclica, aparece, me atrae y envuelve.
Venía ese año de ver salir El Calvario, de disfrutarla en un horario que no era el habitual pero me dejó un poso que iba lentamente absorbiendo camino de mi nuevo destino donde había quedado con un amigo. Iba dándole vueltas a como cruzar al otro lado de esa línea imaginaria que suele ser infranqueable en algunos momentos y que estira la Carrera Oficial en su comienzo, como tantas veces pensando sobre la marcha, los últimos tramos de La Macarena estarían entrando en el Duque, imposible, pienso en cruzar por la parte más alta de la calle Trajano y además en la cabeza me martilleaba, ya la verás cuando el sol rompa el amanecer, su mañana del Viernes Santo...y en esas estaba cuando un impulso que aún me pregunto de donde llegó me hizo andar hacia la plaza del Duque, a la esquina de los Sindicatos, donde tendría que haber una multitud con sillas y rigidez en las filas...pero no ¡qué pasa! había una zona con un número escaso de gente, qué habría pasado, ya en la plaza si se veía apelmazados los laterales pero allí no, y miro hacia la izquierda, venía su bulla, venían sus ciriales, venía Ella. Inesperado encuentro donde la curvatura de sus cejas parecían explicarme tantas cosas, tantas miradas con las que me he cruzado y quizás no les había echado cuenta. Y se levantó entre clamores y no esperó la banda mucho para tocar para irse perdiendo entre vallas y sillas. Para mi, Su mirada en esa plaza marcaba una frontera, una línea donde se diluía la religiosidad popular hasta que volviera a ser libre por la esquina de Matacanónigos.