Quedan 39 días.


 
Salió de la Basílica con paso firme dispuesto a recorrer con tranquilidad la calle Castilla en un día laborable. Impensable pero no imposible. La multitud de detalles que en la larga calle trianera iba a encontrar en el paseo hasta el Altozano servirían para cargarle las pilas, reforzar sus piernas, ensanchar su alma, miarma toa, se sonreía al cruzar la ronda por un semáforo plagado de trabajadores en busca del café.  En ese sitio donde en alguna ocasión fotografió al Cristo con la torre al fondo. Ahí sigue en  la galería del móvil. Esa calle tiene un punto que le lleva a viajar por la memoria en cuanto se acerca al cruce con Alvarado mirando precisamente hacia el otro lado. Suele esperar pase la cofradía casi completa desde los  últimos tramos del Cristo hasta los penitentes de la Virgen del Patrocinio pero de fondo una imagen en blanco y negro servía de cortinilla, el Crucificado por Chapina, aquella primera vez de la mano de su padre. Descubrió la excepcionalidad al año siguiente. Durante todo ese tiempo se aferraba a lo que había visto. El Cachorro iba por allí a la Catedral. De toda la vida.