Quedan 5 días

 
Y siguió hacia adelante por la misma calle, recordando un viernes de cuaresma que apuntaba agua y bien que descargó luego. Miró hacia atrás, allí dejaba la torre. Enfiló Céspedes hacia la izquierda. Siguió contándome. Quería haber visto el viacrucis del Cristo de las Ánimas por esas calles estrechas. Le apetecía mucho pero no salió obviamente y dentro del templo se enteró que se rezaría por su interior. No conocía a nadie y allí todo el mundo parecía conocerse. Eran pocos. Un Crucificado de una hermandad de gloria. Se sentó en un banco. La calle Céspedes es más ancha en algunos tramos que se han abierto con patios de vecinos de nueva construcción, nada que ver con los del antiguo caserio. En el interior se le acercó un hombre mayor. ¿Quieres leer algunas estaciones? y bueno, no lo hice nada mal, me dice y participar es construir. La lluvia no es tan mala, sólo tiene mala prensa, ironizó. Y la risa volvió a hacerse fuerte frente a la nostalgia de minutos anteriores. Y llegó por la estrechez de la calle al final, desembocando en San José, empezó a andar hacia el oeste parándose en el cruce con Farnesio, y volvió a mirar al cruce que había dejado. Turistas entraban y salían del hotel colindante. Su cabeza se fue a una noche de Martes Santo, la Candelaria de vuelta y una nube de incienso saliendo de Céspedes, con una Virgen de Gloria. Una de las primeras que había visto, no lo tenía claro. Va alta, entre las cabezas. El cansancio le pasaba factura. Y apretó el paso, la Cruz de Guía no tardaría en llegar a San Nicolás. Y había quedado.