Quedan 36 días

Y subió al Altozano.

Allí siempre le gustaba imaginarse imposibles. Convertir aquella encrucijada en el comienzo de una carrera oficial. También, si cuando pasaba por allí la luna dominaba desde lo alto se ponía a repasar divisando a tientas y despreocupado de cualquier precisión donde estaban torres y campanarios e incluso como si de un carrusel radiofónico se tratara donde hubo besamanos y pesapié esa tarde o donde se estaban celebrando los últimos día de Quinario. Y aunque su ánimo se sentía rejuvenecido por el entrenamiento de la memoria en ocasiones se acordaba de un amigo con el que, sonaba gracioso cuando lo decía marcando las sílabas, llegó a ir a una Novena. 

Una Novena a un Cristo. Siempre le sorprendió aquello y como todo lo diferente le atraía, lo acompañó. Y siempre tenía un brindis, ahora ante un sol de Febrero que comenzaba a apretar más de la cuenta para aquel amigo, trianero, con el que viajó hasta la mismísima Costanilla. Sevilla y sus cumbres.