No me acostumbro

Quedan 2 días.

Es Viernes de Dolores, y no te coge de nuevas, llevamos dos ya seguidos con este panorama, no está el aire para respirar ni siquiera la graciosa confusión que te hace sonreir, llegas a la Avenida de Pino Montano que siempre estuvo roneando con sacar pasos y nada tiene que ver, salvo que muy al final llega a donde ya se intuye el barrio de Pino Montano. Confusiones, qué nos gusta confundir. Sopla un aire que podría ser mal augurio pero no, no hay nada de eso. Avenida larga de mucho ajetreo, comercios, bloques de pisos ya sin tanto orden, casi ensegida giro a la derecha por Faura ¿el pueblo de Valencia? bueno, pisos de dos o tres plantas hasta llegar a otra avenida que vertebra, la de San Juan de la Salle. Todas estas construcciones son muy de nuestra forma de convivir, pasas de entremados de casas de poca altura a bloques altos como cera que se va arrimando a la bola a medida que pasan los años. 
Hasta la calle Romero llego andando despacio, pensando, qué desequilibrio más grande hay entre zonas, qué pocas cofradías a este lado de la ciudad, tantas parroquias, tanta gente, no lo entiendo. Sigo a lo mío. Voy observándolo todo como el tonto del detalle, todo me recuerda a lo que no veremos. Veo nazarenos levantando su cirio por parejas y escalonadamente como si de unas fichas de dominó que van cayendo pero en este caso alzándose, intento fijarme en el final, no me da tiempo, por las aceras de la avenida viene la gente acelerando, quieren volver a verlo más adelante. Están pletóricos, cómo viene andando el pasocristo. No me acostumbro a soñar despierto, no me acostumbro a esto que llaman Semana Santa íntima. No me acostumbro a la mentira. No me acostumbraré jamás.