Entre la procesión y el observador puede haber más de trece filas de gente hombro con hombro conteniendo la respiración pero ninguna barrera que impida participen cada uno a su manera, cada uno aportando lo que mejor sabe hacer sabiéndose muchos que al día siguiente, quizás, estarán participando con otro papel diferente. No hay separación entre cortejo y espectador porque todos forman parte de la procesión. Este matiz, esta cercanía, esta pertenencia a lo que se está viviendo, es de la que parte todo lo que podamos ir construyendo después.
Cuando ponen una valla hay que quitarse del medio porque es algo que tiene una frontera opaca que no deja ver ni sentir nada, que actúa como un profiláctico, que aisla, que separa entre ellos y nosotros lo que se está viviendo cuando la Semana Santa de Sevilla es todo lo contrario, fue porosidad durante siglos y lo es, ahora, puntualmente en algunas calles. Fronteras excluyentes, no. Ya tenemos eso inventado, se llama Carrera Oficial, es de pago y es puro teatro, falsedad bien ensayada, conseguido simulacro...